¿Sabemos cómo funcionan las redes sociales? ¿Y cómo afectan a nuestros hijos?

Aproximadamente hace 15 años hemos visto cómo se ha producido un cambio en la forma de relacionarnos. Con la llegada de Facebook, Instagram, WhatsApp y otras redes sociales, nuestras vidas han cambiado. La comunicación es más rápida; podemos ver y hablar con una persona que está al otro lado del planeta; a través de un clic tenemos acceso a casi cualquier producto y a millones de horas de contenido gratuíto. Podemos realizar actividades que hace unos años pertenecían a la ciencia ficción. La tecnología nos ha traído grandes avances. 

Pero, ¿sabemos cómo utilizarlos con responsabilidad?, ¿sabemos cómo esto afecta a nuestro cerebro?, ¿somos nosotros los que tomamos las decisiones sobre lo que vemos?

En este artículo os vamos a esbozar cómo funcionan actualmente las redes, cual es el fin último y cómo nos afecta a nosotros como usuarios, o según los expertos, como consumidores de esta tecnología.

Para entender esto, lo primero que debemos saber es que utilizando las redes, nosotros hacemos que se mueva un grandísimo engranaje con el que las grandes empresas ganan dinero. En principio esto es correcto, ellos ponen una herramienta a nuestro alcance, nosotros nos beneficiamos de ella y como consecuencia ellos sacan provecho. Como cualquier otra empresa que vende sus productos. Pero el servicio que nos ofrecen es gratuito, por tanto, deben conseguir monetizarlo de alguna forma. Son los anunciantes quienes pagan a las redes sociales para que nosotros, los usuarios, gastemos el dinero en sus productos. 

Hasta aquí, es comprensible y una forma ingeniosa de sacar partido a estas aplicaciones, que, sin lugar a dudas, nos han facilitado la vida y nos acercan virtualmente a otras personas.

¿Dónde está el problema entonces?

La cuestión es que para que estas empresas sigan creciendo, necesitan captar más nuestra atención. Cuanto mayor es el tiempo de exposición a sus anuncios, mayor será el alcance de sus beneficios. Para ello crean una inteligencia artificial (IA) que recopila nuestros datos para darnos lo que considera más afín respecto a nuestros gustos. Cualquiera pensaría que es una idea brillante, y lo es, pero hay que añadir ciertos matices.

Por ejemplo, ¿cómo sabemos que lo que vemos es información verídica? La IA lo que hace es ofrecerte información afín a tí, que tenga cierta cantidad de “likes” y ajustándose lo más posible para ofrecerte esa información. Pero nadie supervisa si es ético o verídico. ¿Y si a través de las redes conseguimos influenciar a las personas a que piensen de determinada manera?

En recientes estudios, se ha visto que efectivamente se puede influenciar a las personas a través de la redes sociales. Pongamos un ejemplo: cuando empezáis a navegar por Facebook o Instagram, las noticias, fotos o gifts que salen, suelen ser afines a vuestros gustos. Esto es debido a la IA de la que hablábamos antes. Es decir, nos muestra información que nos reafirma en nuestra postura y perdemos la capacidad de crítica, debido a la ausencia de exposición de otras ideas diferentes, que quizá nos permitieran abrir la mente y dar la oportunidad de ser más flexibles antes ideas nuevas o diferentes.

Esto muchas veces nos lleva a la falsa creencia de que todos pensamos igual. Cuando salimos a la calle y nos relacionamos, defendemos nuestras ideas con la falsa ilusión de que el mundo funciona como nosotros estamos viendo en las redes. Aunque la realidad es que a través de la IA se crea un mundo para cada uno de nosotros.

Nuestra percepción de la realidad esta mediatizada por una IA que responde a “likes” y porcentaje de aciertos. Busca ser lo más precisa posible, para conseguir mantenernos más tiempo frente a la pantalla e introducir gran cantidad de anuncios para obtener beneficios económicos.

La consecuencia es, que una herramienta magnifica creada para conectar a la gente, se ha convertido en un medio para ganar dinero, utilizando los mecanismos de recompensa de nuestro cerebro con una IA sin criterios éticos.

Ya hemos visto algunos ejemplos de cómo afectan las redes a nuestro cerebro. Ahora vamos a profundizar más en cómo está afectando a los adolescentes.

Vemos como todos ellos están constantemente pegados a sus smartphones. Les pedimos que dejen el móvil para comer y observamos una leve frustración. Algunos lo hacen, otros no. La adicción a estos dispositivos es patente, y no sólo en nuestros hijos, sino en nosotros. Te animo a que busques en tu móvil cuanto tiempo has dedicado a cada una de tus aplicaciones, casi seguro que alguna te hace emplear mucho tiempo.

Y es que están hechas para atraer, para gustar, para entretener… Utilizan un mecanismo básico de psicología, el reforzamiento intermitente (tú haces determinada acción con tu móvil y él te devuelve algo bueno de vez en cuando). Si hay algo bueno, tu cerebro produce automáticamente un torrente de endorfinas que nos produce placer. ¿Qué es ese algo bueno? Un like, un vídeo que te gusta, un mensaje de un amig@, una notificación sobre rebajas… Cada vez que cogemos el móvil esperamos recibir algo bueno (refuerzo positivo), pero esto no siempre ocurre, por eso se llama reforzamiento intermitente. Gracias a ello tenemos la inercia de desbloquear el móvil cada cierto tiempo para ver si hay “algo bueno” y así obtener esa sensación de placer.

Esto por un lado afecta a la capacidad que tenemos de esforzarnos para obtener logros y así conseguir ese maravilloso torrente de endorfinas. Nos encontramos con adolescentes que lo quieren todo ya, no saben esperar para obtener esa recompensa. Lo que conlleva graves dificultades para explicar que determinadas cosas requieren más esfuerzo que un clic. Además, se establece una rutina en la cual nos acostumbramos a que los reforzadores sean externos.  Para un desarrollo equilibrado es importante ser capaces de incorporar a nuestras vidas reforzadores internos, es decir, los producidos por nosotros mismos. “Te has esforzado y lo has conseguido”. Hay que dotar a nuestros adolescentes de la capacidad de generar reforzadores internos para el equilibrio de la autoestima en su desarrollo. 

Hablando de autoestima, es conocido que las redes pueden afectar a esta, tanto de forma positiva como negativa. Millones de jóvenes publican fotos todos los días, algunos varias veces al día, con el fin conseguir un mayor número de “likes”. Cuando los creadores de Facebook pensaron en esta opción, todos creyeron que sería agradable recibir “me gusta”, que la gente estaría más feliz. Pero, ¿qué pasa cuando no se reciben “likes” o se reciben críticas? En estos casos, la persona se pone triste e incluso puede pensar ¿qué he hecho mal? Si esta dinámica se produce muchas veces, puede llevar a la depresión de un adolescente. También, puede ocurrir que al ver las vidas “ficticias” (no olvidemos que la gente nos muestra lo que quiere que veamos), uno se sienta desgraciado por no tener tantos amigos, o porque no le hayan llamado o ver a la chica que le gusta con otro chico. Es información que no decidimos ver, nos la exponen. Nosotros tampoco sabemos si estamos preparados para ver determinadas cosas, y mucho menos nuestros adolescentes. Hay un ejemplo muy claro:¿Por qué hay personas que cuando acaban una relación bloquean por un tiempo las redes con esa persona? Porque son conscientes de que no están preparadas, toman el control. Sin embargo, cuando abrimos Facebook o Instagram no tenemos ese control. Y puede llevarnos a estados emocionales negativos.

Según estudios de EEUU se ha visto cómo han aumentado significativamente las depresiones con intento de suicidio, desde la aparición de las redes sociales. Son datos a tener muy en cuenta.

Además de esto, existe la falsa creencia de que vivimos más conectados con los demás, pero es sólo a un nivel superficial. El vínculo es menos fuerte, las amistades fluctúan con mayor facilidad y nos relacionamos menos. No es extraño ver a un grupo de adolescentes arremolinados alrededor de un móvil. ¿Dónde está la comunicación no verbal? Debemos intentar dar ejemplo a nuestros jóvenes y dejar el máximo tiempo posible de lado a nuestros móviles y proporcionarles la educación adecuada para la utilización de esta herramienta magnifica que realmente nos facilita la vida, pero requiere de ciertos límites.

Lo que planteo, y ahora mismo se está estudiando en estas grandes empresas es, que deben regular de alguna manera la forma en la obtienen sus beneficios económicos, sin que suponga un perjuicio para nosotros. ¿Cómo hacerlo? Eso lo dejamos a los expertos. De momento, os dejo unas recomendaciones de uso de los dispositivos electrónicos para vuestros hijos. Mientras, confiemos en que resuelvan este conflicto lo antes posible.

Recomendaciones de uso:

  • Hablar con vuestros hijos para establecer un máximo de uso. Concienciarles e implicarles en esta decisión que será variable según el caso.
  • Media hora antes de dormir se dejan los dispositivos.
  • El dispositivo se deja cargando fuera de la habitación.
  • Desayunos, comidas y cenas sin dispositivos.

Espero que os haya resultado práctico este artículo, si tenéis cualquier consulta no dudéis en poneros en contacto con nosotr@s.

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